REVOLUCIONES ÁRABES Y PRIMAVERAS MARCHITAS
La semana pasada los medios de comunicación insistieron en hablar del primer aniversario de aquello que se llamó la “primavera árabe”, haciendo el consecuente balance. Lo del aniversario es discutible, porque todos los medios hacían referencia a la manifestación en la plaza de El Cairo como fecha post quem de las revueltas generalizadas en el mundo árabe, si bien la fecha que realmente dio comienzo a aquella fue el 17 de diciembre de 2010, cuando un parado tunecino, Mohamed Bouazizi, se inmoló a la bonzo, pidiendo reformas democráticas para su país, su suicidio fue el reflejo de la angustiosa situación en la que se encuentran millones de jóvenes en toda el África árabe, sin trabajo, sin libertad y sin futuro.
Los medios de comunicación lanzaron desde el primer momento precipitados brindis de alegría por aquellas revoluciones que iban a traer la democracia, el progreso y la normalización (a ojos occidentales) de la zona. En España prácticamente todo el espectro político reaccionó al unísono en este sentido, y desde el popular Gustavo de Arístegui en su libro Encrucijadas árabes hasta la socialista Trinidad Jiménez en las columnas de El País mantenían ese característico optimismo del que no ve la realidad sino la representación interesada y parcial que se hace de la misma. Es más Trinidad Jiménez en fechas tan recientes como el 17 de diciembre en una columna publicada en el diario El País o en el número 145 de la revista Política Exterior (enero/febrero 2012) en la que publica el artículo titulado “el ciudadano árabe dueño de su destino” analiza las primaveras….
Nosotros siempre fuimos menos entusiasta sobre la naturaleza y la espontaneidad de este viento de libertad, como dijimos en una entrevista publicada en el blog de Miradas de internacional
Un año después del inicio de aquellas revueltas es hora de observar y analizar las situaciones objetivas que han derivado de ellas, y el resultado no puede ser más negativo. No vamos a defender a los tiranos derrocados, muchos de ellos marionetas de Occidente, hoy sacrificadas en beneficio de nuevas y más obedientes marionetas. Pero la situación objetiva es hoy peor y más peligrosa que hace un año:
El integrismo islamista se ha convertido en la opción policía dominante en la cuenca sur del Mediterráneo. “Nos han robado la revolución. Los islamistas dirigen ahora el país”, con esta sintética frase resumía un izquierdista tunecino el resultado final de una revuelta que él había contribuido a iniciar al conocer que el partido Ennahda –de esa tenencia- se había alzado con el 41% de votos en las primeras elecciones tunecinas “post-liberación”. Las elecciones egipcias han supuesto el triunfo aplastante de los islamistas de los Hermanos Musulmanes que están esperando a que la Junta militar abandone el poder para instalarse ellos en las máximas magistraturas del la República, hay quien dice que la sinergia entre los islamista y los militares es obvia y que el ritmo y la representación del cambio de poder está pactada en su esencia y en su representación pública. En Marruecos, aunque sin necesidad de revolución previa, también han sido los islamistas “moderados” (¿los hay?) los que se han alzado con el triunfo electoral. Pero el caso más preocupante es el de Libia, donde los rebeldes han vuelto a izar la bandera tricolor (roja, negra y verde), donde el caos y el desorden crecen de forma incontrolada y donde los expertos aseguran que Al-Qaeda está valorando trasladar su centro logístico en detrimento de Afganistán.
-Los resultados de las revueltas también han tenido efectos nefastos en inmigración. Como advirtieron el eurodiputado de la Lega Nord, Mario Borghezio, y la presidente del Front National, Marine Le Pen, en su visita conjunta a la isla de Lampedusa el año pasado, Europa occidental no puede, ni debe ni quiere dar cobijo a la oleada de refugiados y desplazados que estos conflictos han provocado. Y lo que es peor, regímenes que como el del coronel Gadafi habían llegado a un acuerdo con Italia y con la UE para servir de tapón a toda la inmigración subsahariana que, atravesando el territorio libio quería llegar a Europa, han desaparecido y con ellos el tapón que contenía esa avalancha migratoria.
-Desde el punto de vista del abastecimiento energético de Europa, las consecuencias también son negativas. En su intento de independizarse energéticamente de los recursos controlados por los Estados Unidos y sus aliados, Berlusconi había establecido pactos energéticos con Libia y también con Rusia (a través del gaseoducto South Stream) que habían inquietado a las grandes compañías energéticas occidentales, obsesionadas por controlar todos los recursos energéticos siempre en clave geopolítica. No es de extrañar que los primeros bombardeos de “Liberación” de la OTAN en suelo libio se realizasen en la región de Cirenaica, una zona rica en petróleo, donde inmediatamente la Shell estableció contratos comerciales de explotación con los “rebeldes”, de hecho en aquellas semanas, la llamada Comunidad Internacional, se planteo la posibilidad de crear una Cirenaica “independiente” en el caso de que la OTAN no pueda “liberar” todo el territorio libio.
-Estos tres elementos se pueden resumir en uno: inestabilidad en el Mediterráneo y mayor grado de tensión entre la orilla norte y la orilla sur, donde aún queda por ver el papel de potencia regional que va a jugar la nueva política neotomana que ha puesto en juego en Turquía su nuevo ministro de Asuntos exteriores, Ahmet Davutoglu.
Nefasta situación para los que creemos que para solucionar los graves problemas que tenemos en Europa: avalancha migratoria, escasez energética, permanente tensión euro-árabe, el enfrentamiento no es bueno y sí lo es un permanente diálogo y colaboración, algo casi imposible de mantener con los salafistas e integristas islámicos que se han hecho con el poder después de las “revoluciones” que desembocaron en una marchita primavera árabe, hoy convertida en inquietante otoño islamista.
Enric Ravello
Secretario relaciones nacionales e internacionales de Plataforma per Catalunya
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